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La lista la encabezan los médicos (8,29), seguidos de enfermeros (7,8), profesores (7,7), arquitectos (7,4), informáticos (7,35), albañiles (7,21), fontaneros (6,99), policías (6,86), escritores (6,75), jueces (6,49), abogados (6,42), periodistas (6,16) y militares (5,89).
Según Fernando González Urbaneja, “es evidente que la profesión ha perdido unos grados de credibilidad y prestigio durante los últimos diez años. Eso se debe al rechazo de la opinión pública, a la falta de sentido crítico y al excesivo alineamiento político de muchos periodistas”. Y añade también como causa “al rechazo a cierto periodismo ligero en televisión. Que se vea mucho, no significa que se aprecie”.
Sin ponernos pesimistas, reconozco que sí hay algo de verdad: anteponer el sensacionalismo a la veracidad, el interés privado al bien común, anticiparse sin contrastar, buscar antes el protagonismo que la colaboración, el impacto al seguimiento, manejar la opinión pública en vez de enriquecerla, pretender lograr dominio y poder más que prestar un servicio desinteresado, no asumir la función social de defensa del débil antes que plegarse a los potentados, influir más que ayudar...
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