25 enero 2014

Educar

“Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores”. Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 64

Educar es formar buenos hombres y buenos ciudadanos: mentes con inteligencia, y voluntades con capacidad de esfuerzo. Nada más… y nada menos. Dice Fernando Savater, en “La esencia de la educación” (30-10-2013): “No buscamos preparar buenos empleados, sino formar buenas personas y buenos ciudadanos. Eso no ha cambiado”.
 La educación, siempre llega tarde. Es su gran paradoja. Profesores educados en franquismo, enseñan democracia a alumnos que en eso les superan, y con mucho. Estudiantes nativos informáticos, reciben experiencia y cultura de analfabetos digitales.

Pero… ¿no ha cambiado radicalmente la enseñanza? ¿No es ahora totalmente distinta de la anterior? ¿O es que sólo usamos instrumentos nuevos, para seguir con lo mismo? Aunque la educación se renueve permanentemente, hay puntos básicos que no cambian: cultivar la humanidad, el juicio crítico, la madurez, el talento, la responsabilidad...

Tristemente, hoy se insiste en lo emocional (gustos, tendencias, aficiones…) y en lo sensible (dibujitos, colores, gráficos) frente a lo racional e intelectual. Se obvia y evita la capacidad de abstracción, que es -según asegura Savater- lo que “diferencia a una persona bien educada, de otra que sólo sabe poner un tornillo donde le mandan”.

Muchas imágenes, sí, ¡pero poquísimas ideas! Mucho ‘visualizar’, pero nada ‘pensar’. “Es un enorme lastre desde el punto de vista educativo”. La discusión, la crítica, debate, razonamiento, argumentación… son vistos ahora como cosas viejas y "de derechas".

Hoy se educa priorizando adquirir destrezas técnicas: manejos, habilidades, prácticas... Pero no se dan los porqués, ni las razones, ni los motivos, ni los fines, ni el sentido, ni las causas. No se trata sólo de aprender habilidades, para ganarse la vida o hacerse rico, sino que la esencia de la educación va mucho más allá: a desarrollarse como persona.

Sobra demagogia en los debates: “-Mira que tú.” “-Pues anda que tú”. Política y sociedad, no usan argumentos, ni lógica, ni  coherencia. “Se discute contraponiendo una anécdota a otra, o un sentimiento a otro. Esa ausencia de argumentos es un enorme problema que debemos evitar desde el inicio, a través de la educación”. (Ibid.)

Hoy se priorizan aspectos irracionales, porque resultan más efectivos. Da igual que sean verdaderos o falsos, demagógicos o ciertos, relevantes o nimios. Con tal de que muevan la sensibilidad del oyente, ya les vale. Estamos de nuevo ante los sofistas.

Filosofía y democracia, pensar y gobernar en libertad, nacieron juntas, y en Grecia. “Son paralelas en su origen y casi en sus objetivos. Tanto las bases de razonamiento, como las instituciones políticas, pasaron de ser algo basado en la tradición y la mitología [irracionales], a sostenerse en el diálogo y en la confrontación de razones”.

 “La educación sólo la pueden reclamar esas personas que de un modo u otro ya están educadas. Si te gusta la música clásica, querrás conocer más obras y compositores, pero sólo es posible si ya has escuchado música clásica. Con la educación ocurre igual”.


Clave: Hacerles esforzarse y pensar. “El niño no va a reclamar la formación nunca él solo. Querrá sensaciones, sentimientos o diversión, pero no esforzarse para aprender”.

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