Muchos ven fundado el capitalismo en 1776, cuando Adam Smith publicó The Wealth of Nations. Allí estableció la base de la economía liberal, postulando que sólo buscando el interés individual egoísta se promueve eficazmente el bienestar. La mano invisible del mercado crea y reparte la riqueza, logrando ajustar los precios de los bienes siempre en su exacto valor. El mecanismo social de organización perfecto, sólo funciona bien, buscando el propio interés. La caridad y el desprendimiento, al contrario, sólo engendran vagancia e inutilidad.
Según la visión capitalista liberal, lo mejor para lograr el bienestar es la ley de la selva. Homo homini lupus: el lobo es lobo contra el hombre. La economía se encarga ella sola de enriquecer convenientemente todo el sistema. Esa idea del éxito terreno como predestinación al cielo, pues sólo allí llega quien aquí triunfa, responde a un principio protestante erróneo.
Años después quedó claro el fracaso probado de ese liberalismo capitalista, al igual que el del intervencionismo socialista: basta mirar hoy Corea del Norte y Cuba, para comprobar cómo el sitema artificial colectivista (antinatural) no puede funcionar. El ciudadano posee un papel social exclusivo, propio e irrenunciable, que no puede abandonar ni renunciar en manos de instituciones públicas, como el estado ‘nodriza’ colectivo, ni tampoco en organizaciones privadas como la empresa. La clave eficaz para lograra riqueza no está ni en un relegar todo a un estado totalitarista, ni en confiarlo a un individualismo egoísta.
Mucho más efectiva que cualquier otra forma de planificación sobredirigida o de mercado loco, es la libertad de la persona -la iniciativa del ciudadano-, que es el mayor valor que socialmente se debe asegurar y defender. Nuestro comportamiento civilizado cuenta con móviles de actuación propios, mucho más eficaces que el mero interés económico. Lo veo muy bien resumido en unas líneas:
"Los hombres siempre hemos colaborado por razones de lo más diverso (y por supuesto las económicas siempre han sido de las más importantes), pero con la llegada de Internet surgió una nueva forma de colaboración aparentemente altruista y sin precedentes por su escala, la producción de software libre y de código abierto. Diversos investigadores empezaron a preguntarse que motivaba a miles de personas a trabajar colaborativamente sin ánimo de lucro y cediendo el fruto de su trabajo a la comunidad", sostiene Juan Freire en su Blog "Reflexiones personales e información sobre la sociedad y el conocimiento abiertos".
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