«No existe ámbito de la experiencia humana -más aún con la globalización- en el que los medios no se hayan convertido en parte constitutiva de las relaciones personales y sociales.
«Es innegable la aportación que pueden dar:
- al flujo de noticias,
- al conocimiento de los hechos,
- a la difusión del saber,
- a la alfabetización,
- a la socialización,
- al desarrollo de la democracia,
- al diálogo entre los pueblos,
- a mejorar la comprensión entre las naciones,
- a dar alcance universal a los diálogos de paz,
- a garantizar al hombre el bien primario de la información,
- a asegurar la libre circulación del pensamiento, hacia la solidaridad y la justicia social.
«Los medios no solamente son vehículos para la difusión de las ideas, sino instrumentos al servicio de un mundo más justo y solidario.
«No obstante, existe el riesgo de usarlos para fines ideológicos, para la venta de bienes de consumo mediante una publicidad obsesiva, para imponer modelos distorsionados de vida personal, familiar o social, para incitar a la trasgresión, a la vulgaridad y a la violencia.
«¿No sería lo mejor que permanezcan al servicio de la persona y del bien común, y favorezcan «la formación ética del hombre, el crecimiento del hombre interior»? Debemos reafirmar que no todo lo que es técnicamente posible, es también éticamente realizable.
«Cuando la comunicación pierde las raíces éticas, termina por olvidar la centralidad y la dignidad inviolable del ser humano. Corre el riesgo de dañar su conciencia y sus opciones, condicionando así la libertad y la vida misma de las personas.
«Precisamente por eso es indispensable que los medios defiendan celosamente a la persona y respeten plenamente su dignidad. Es necesaria una «info-ética», así como existe la «bio-ética» en el campo de la medicina.
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Copiado de: «Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla» Benedicto XVI, jueves, 24 enero 2008
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