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La salida está en que procuremos nosotros mismos, los universitarios de corazón, los profesores y los alumnos, sacarnos solitos las castañas del fuego. Dejemos ya de mendigar limosnas a las instituciones, como pedigüeños hambrientos a las puertas de la administración pública. Ofrezcamos nuestra colaboración -que la tenemos sobrada- a los ciudadanos de a pie, a las organizaciones civiles, a todas las asociaciones y a las empresas, y veremos cómo ellos sí que se apuntan a nuestros proyectos. Son más numerosos todavía los bien dispuestos, que los negados. Para descender al nivel de las Repúblicas bananeras, nos falta un poco todavía.
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Para casi todos los cursos, congresos, publicaciones, encuentros y viajes en los que he intervenido, nunca se me ha ocurrido ni por lo más remoto condicionar mi labor al apoyo que de otros recibiera. De entrada, yo propongo mi afán, y si alguien se sube conmigo al carro, estupendo. Pero si no se suma nadie, me da igual. No subordino mi parecer jamás al gusto de la masa informe, sino más bien al afán de los que saben.
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Vamos a bajarnos de esa nube idílica, salgamos de esa jaula de cristal, descubramos de una vez que nadie cambia euros por cincuenta céntimos: busquemos la rentabilidad y la utilidad pública a nuestra labor, que la tiene, vaya que sí, en investigación, con avances, acelerando el progreso... Nuestros campus universitarios contienen un potencial insuperable de energía joven, un montón inabarcable de iniciativas sociales, un vigor incalculable de ansias de mejora.
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No es suficiente con protestar y lamentarnos: pongamos manos a la obra. Abrámonos a la crítica más constructiva y creadora, que es lo que más nos falta. Aprendamos de lo que hacen nuestros vecinos europeos. Sigamos su ejemplo en laboriosidad, productividad y rendimiento. Ese es el único camino: ganar en valores, cambiar la corrupción por la eficacia e implantar la exigencia en superarnos.
2 comentarios:
De todas formas, España no es el país más propicio para los universitarios. Bastante complicado lo tenemos muchos para encontrar un trabajo digno a la altura de una formación que nos ha llevado un mínimo de 23 años de nuestras vidas.
Quizás todo este tema de "Mahoma y la montaña" se arregla como han hecho muchos: marchándose de este país lleno de codicia empresarial, corrupción y Universidades con poco prestigio a nivel europeo (a mundial ya no hablemos).
Para quitarse el sombrero. Un abrazo Pedro. Carlos M.
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