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Eso mismo es observable en los universitarios. Se cumplen fielmente estos asertos:
- Clase alegre, clase participativa.
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- Enseñanza divertida, atención conseguida.
- Gente feliz, tiempo que cunde.
- Estudiantes satisfechos, listón que suben.
- Docencia distendida, aprendizaje entretenido.
- Universitarios implicados, mejora segura del nivel.
- Con alumnos contentos, aprendizaje facilitado.
No es necesario comenzar amenazando con dureza a los matriculados, ni amedrentar con suspensos a los estudiantes. Se logra más con una gota de miel, que con un barril de hiel. Gánatelos, y te rendirán más. Hay dos modos de guiar a las reses: tirándole piedras al ganado, sin tú moverte, o avanzando tú también, al tiempo con la vacada.
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De acuerdo, pero ¿cómo logralo? Metiéndote en su camisa. Viviendo con ellos en su situación. Haciéndote a su mentalidad. Poniéndote en su lugar. - Enseñar es comunicar, y para eso es básico hablar su idioma y buscar sus intereses. ¿Qué pensaríamos de un misionero que intentara educar en polaco a los negritos de Zimbawe?
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Hay que comenzar por lo fundamental:
1.- Dejándoles bien claro para qué están allí esos años, qué buscan ganar invirtiendo ese tesoro de su tiempo. ¿Qué formación mental y práctica se obtiene? ¿A qué salidas debe orientarse?
2.- Indicando con detalle qué se les pide logar y qué van a recibir consiguiéndolo. ¿Sólo les dan un título? ¿Cuánto importa el expediente? ¿Cuáles son los contenidos mínimos?
3.- Fijando desde la primera clase cuáles son los objetivos perseguidos y sus aplicaciones prácticas, qué usos hay y dónde emplearlos, qué criterios de evaluación reales se aplican, con qué requisitos y exigencias se va a calificar…
4.- Relacionando y uniendo los conocimientos teóricos de las clases, con el ejercicio práctico de su próxima profesión. Mostrando qué sentido guarda y qué relación existe entre lo aprendido y su nuevo trabajo: si es básico e inexcusable, utilizable constantemente, o si es un barniz cultural que basta con que suene a conocido, sin que nadie te lo vaya a exigir en el día a día.
5.- Actualizando y rediseñando con los avances sucesivos toda su materia, sin citar fuentes trasnochadas ni referirse a lugares anticuados.
6.- Haciendo amable, apetecible, aprovechable, aplicable y rentable lo que se aprende.
7.- Atendiéndoles a ellos con la misma solicitud, corrección, interés y cuidado, con que quisieras que tu jefe a ti mismo te escuchara, y te ayudara también a ti a resolver tus problemas.
Estoy seguro -harto ya, casi diría- de comprobarlo: los estudiantes contentos, rinden felizmente en sus estudios.
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