30 mayo 2006

Cultura Organizacional

He aquí una prueba más del valor fundamental de los intangibles: la tarea de tasar y evaluar una organización, no se reduce a valorar sus activos e inversiones, sus bienes y finanzas. Ni siquiera añadiendo la cuantía de las nóminas de sus trabajadores contratados. La cultura organizacional de las empresas es su gran valor, pues constituye el más poderoso punto de unión y de comunicación entre sus miembros: es lo que asegura su productividad y su operatividad conjuntadas.

Ese saber corporativo no influye solamente a nivel individual, sino que presta una especial importancia al plano o dimensión colectivos, puesto que sintoniza los criterios y valores como ideales compartidos. La eficacia y la satisfacción auténticos no las aseguran sólo los euros ni los números. Calidad no es cantidad. Alemania sin recursos se levantó por dos veces, a pesar de haber sido arrasada en el mismo siglo por los desastres y destrucciones de las dos guerras mundiales. Fue posible gracias al convencimiento de sus gentes y a su capacidad de compenetrarse, compartiendo afanes y metas comunes.

El know how de una Organización nace y se va conformando a lo largo del tiempo. Incorpora los valores y creencias que sus socios van empapándole, a través de las decisiones que adopta y de las formas de resolver las cuestiones y necesidades planteadas. Constituye un saber común manejado, equiparable al romancero o al refranero popular, que aporta soluciones laborales, estratégicas y hasta mercantiles. Por ejemplo: “El último céntimo, para el aldeano”, esto es, no enturbiar nunca una relación comercial con el cliente, por meras discrepancias finales nimias: ceder en lo nimio, para asegurar lo grande.

Las normas no escritas tampoco necesitan ser permanentemente recordadas: son hábitos o costumbres, elementos admitidos en la Organización, procedentes de las personas, de los agentes externos (clientes y proveedores, fundamentalmente) o de la relación con las Administraciones Públicas, que van estructurando un elenco de características o rasgos identificativos de cada empresa. Así va formándose la cultura, cuya aparición no responde en muchas ocasiones a fines intencionados, sino más bien a un modelo ensayado y aceptado, mil veces comprobado, como vía resolutiva válida y segura para los problemas acometidos.

















La cultura empresarial afecta tanto a sociedades de negocio, como a grandes organizaciones, e incluso a etnias y civilizaciones enteras. Este bagaje intelectual no es aportado exclusivamente por su socios y directivos. Son los mismos trabajadores y todas las personas que intervienen en el mercado, internas y externas a la Organización, los que van aportando su visión hasta haber conformado lo que se conoce como Cultura de Empresa: misión y propósito, política y comportamiento organizacional, normativa interna y medidas disciplinares, valores compartidos y código ético, creencias y paradigmas, estrategia directiva y liderazgo, motivación y competitividad, bonificaciones y premios, celebraciones y ascensos... Son todos aspectos muy importantes para asegurar el tono humano del trabajo en grupo, así como la vertebración funcional y la comunicación interna fluidas y eficaces.

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