En El Escorial, el Papa dijo a los profesores esto:
1. Verdad. Profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes: el deseo de responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos.
2. No utilitarismo. ¿Dónde encontrarán los jóvenes esos puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable? La sola utilidad y el pragmatismo inmediato, el mero cálculo de poder, es la visión reduccionista y sesgada de lo humano.
3. Ser ejemplos vivos. La Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. No sólo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo.
4. Contagiarlo. Los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad.
5. Ya jóvenes. La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos” (Parménides, 135d). Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes.
6. Formar personas. La enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza.
7. Por amor. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (C. in v., 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la ejemplaridad que se exige a todo buen educador.
8. Humildes. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos.
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