30 mayo 2013

Universidad “virtual”

Lo online y lo digital son algo tan válido, útil y conveniente, como lo analógico y lo tradicional, o incluso más, porque es 100% accesible, actualizado, utilizable y personalizado. ¿Ejemplo? Esto mismo.

 Pero, ¡ojo! Lo meramente “virtual” y aparente, si no está respaldado por algo “real” y auténtico, puede ser tan falso y vacío, como unos meros fotones.

Formar, no es informar. Educar, es más que sólo docencia y exámenes. Universidad es «ayuntamiento de profesores y alumnos por el saber» (Alfonso X el Sabio): "Universitas magistrorum et scholarium" que investigan, enseñan y forman estudiantes, libremente reunidos y animados todos por el mismo amor del saber.

Desgraciadamente, algo así NO sucede en la universidad. Muchas modernidades y pretendidos avances, son mera apariencia y vaciedad. Copio aquí a Serafín Fajul, miembro de la Real Academia de la Historia, que publica ayer en la tercera de ABC su artículo “Universidad virtual”.

DESASTRE. Es tal la calamidad de la enseñanza estatal en nuestro país, que nadie se atreve a defenderla en sus contenidos y formas (aparte del ataque general contra el ministro Wert y su proyecto).


HUNDIMIENTO. La cacharrería electrónica pretende reemplazar a la reflexión, al estudio reposado, a la lectura minuciosa y exhaustiva. Wikipedia y el Rincón del Vago son -tristemente- las principales fuentes y bibliografía de la mayoría de los alumnos.

PROGRESÍA. Estamos en el país del “segmento de ocio” (recreo), de la “unidad administrativa” (secretaría), de la “guía docente” (programa)… grandilocuencia que nada aporta y a nadie engaña. Y todo rebozado de una fraseología huera. ¡Qué vaciedad!

BAJÓN. Y lo mismo sucede en los demás capítulos: promoción del mérito, autoridad de los profesores, su exigencia de preparación, contenido de las materias. Las promociones de la universidad supuestamente mejor preparadas de la historia, escriben, tan ricamente, “exquema, excased, conbite, edicción, tradicción, extración” (y muchísimas más). Las clases se han poblado de móviles que suenen en cualquier momento -¿y por qué no, so carca?-, de ordenadores que acaban de distraer por completo la atención de los alumnos.

MASIFICACIÓN. Proliferaron las universidades en cada provincia (seña de identidad irrenunciable, junto con el aeropuerto y la estación del AVE), cuando ya en el siglo XVII se prevenía del abuso en número: “En tan corta latitud como tiene España, hay treinta y dos universidades, y más de cuatro mil estudios de gramática, daño que va a cada día cundiendo más, habiéndose diversas veces pedido el remedio… año 1619” (Fernández Navarrete: “Conservación de monarquías”).

EXCESO INÚTIL. La multiplicación de alumnos fue el objetivo, como prueba del avance social -y socialista (“El hijo del obrero, a la Universidad”)-, hasta conseguir tener, en proporción, el doble de universitarios que Alemania: una jaimitada, porque aumentó el gasto y tiró por los suelos el nivel y la seriedad de la institución, que por esencia, debe ser selectiva, que no clasista.


CONCLUSIÓN. Clases virtuales, lecturas virtuales… pero resultados no menos virtuales. Y, sin embargo, hay que intentarlo, porque el desastre es insostenible.

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