Para explicar la endogamia flagrante, continúa denunciando 'Campus'
(elmundo.es), habría que entender cómo se 'hace carrera' en la Universidad. Si en EEUU, las más prestigiosas universidades se agrupan en la 'Liga de la Hiedra', los centros españoles deberían estar englobados en la 'Liga de la Enredadera', por la necesidad de saber medrar en los enredos burocráticos y la importancia de saber 'trepar.' El recorrido más típico es el siguiente:
- Un profesor o catedrático de una materia se fija en un alumno. Éste es el primer hilo del viscoso entramado de relaciones que sustenta una carrera en la Universidad.
- Entonces le propone entrar como becario en su departamento. Así podrá investigar mientras hace la tesis doctoral, que el mismo profesor suele dirigir.
- Posteriormente puede acceder al puesto de profesor adjunto, cuya precariedad laboral y debilidad [doce meses, sin seguro, sin contrato, sin INEM, con despido libre y despótico, esclavo de la decisión arbitraria para cada renovación] le hace totalmente dependiente del jefe de departamento.
- A esto se añaden cometidos y tareas ‘voluntarios’, como darle al jefe las clases y tutorías, corregirle y vigilarle los exámenes, prepararle las publicaciones [sin figurar tu nombre en ellas, por supuesto], llevarle su correo a casa… ¡Y pobre del que se atreva a discutir los criterios -ya sean académicos o políticos- de selección!
- El ex alumno logra por fin sobreviviendo terminar su doctorado y, a partir de este momento, busca superar la acreditación -antes habilitación- correspondiente, hasta que surja una plaza en el departamento, que es cuando se convoca un concurso en el que, antes de que dé comienzo, todos ya saben el nombre del ganador: el candidato oficial.
- A partir de ahí, las relaciones se hacen más fuertes. Los jefes dirigen la producción de los departamentos. Reparten los fondos y controlan bien que los méritos individuales se reflejen siempre en la cabeza del departamento. Y sigue la fiesta.
Lo lógico hubiera sido que los opositores con mejores puntuaciones hubieran podido elegir la universidad de destino, como sucede en Francia. Sin embargo, esto aquí es imposible e impensable, porque la ‘autonomía universitaria’ está garantizada en España por la Constitución. ¿Democracia, o feudalismo?
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