Querido profesor: soy uno de
los nueve millones y medio de alumnos que este septiembre acudirá a las aulas
desde la educación primaria a la universidad.
Tú
eres para mí algo más que alguien que hace su trabajo y me enseña “cosas”. A
veces parece que no me importas, pero no es así. Te hago algunas peticiones
para este curso 2012/13:
Muéstrame
con la calidad de tu docencia y dedicación lo que pides en las calles: porque
el secreto de la enseñanza no reside en el dinero sino en las personas que la
imparten.
Tu
asignatura es la más importante: trasmíteme pasión con tu trabajo y así yo
podré imitarte apasionadamente en la que sea mi dedicación profesional del
futuro.
Además de decirme que me
tengo que esforzar, esfuérzate tú, yo lo apreciaré y podré bailar contigo esa
canción.
Quiero
salir de clase esperanzado, seguro, sereno y optimista, con ganas de ser mejor
persona, de cambiar el mundo que tengo a mi alrededor y para eso necesito que
creas en mi, que te fíes, que me dejes desarrollar mi propia historia. Necesito
conquistar mi libertad y aprender a ejercerla con responsabilidad.
Déjame que piense, me
equivoque, me corrija, te lleve la contraria, cuestione tu pensamiento y
discutamos como profesor y alumno.
No me digas lo que es bueno o
malo, enséñame a saber cómo diferenciarlo.
Quítate el complejo de
catedrático a la antigua y permítete aceptar que a veces no sabes la respuesta
o que te has equivocado. Esa aceptación sí que es una lección magistral.
No
quiero ser el campeón o el mejor de la clase, anímame a ser la mejor versión de
mi mismo, hasta donde llegue.
Descubre mis posibilidades,
las que haya, no las que a ti te gustaría que hubiera. Ayúdame a desarrollar
mis talentos, los que tenga.
Haz que crea en mí, que vea
tus ojos brillar cuando me hablas, que me sienta capaz y confiado en mis
competencias. Puedo aprender de ti, de lo que te llevó a seguir tu vocación de
profesor: sé que tienes ideales y los sigues, no te avergüences de ellos.
Cuando
acabe el curso me gustaría poder decir que conocí a una persona que vivía su
vocación profesional y se comprometía con ella. Que sacaba lo mejor de sí, no a
pesar de tantas dificultades, sino precisamente porque era una época difícil
que requería de personas auténticas. Me gustaría recordarte toda mi vida.
Nos
vemos el primer día de clase. Este curso va por ti, Maestro.