Quizá desde sus inicios podemos advertir cómo la formación del comunicador ha preocupado grandemente a los docentes. Ya en el primer estudio periodístico universitario del que tenemos noticias, se resaltaba claramente la importancia de la formación del Comunicador. Subrayaba Peucer[i] en su estudio la importancia de lograr la transmisión del mensaje al público, por encima de alcanzar el aplauso o la persuasión. Prevenía tanto del preciosismo literario, como de la elocuencia retórica. "El estilo de los periódicos no ha de ser oratorio ni poético. Porque aquél aleja al lector apasionado por la novedad, y éste le causa confusión y no expone las cosas con suficiente claridad (...). En cambio, el narrador, si desea agradar, tiene que ser entendido en el acto"[ii] (Peucer, 1690).
La comunicación informativa constituye todo un estilo consumado y un género propio, orientado hacia ser entendido por el lector, espectador u oyente. Queda por ello más constreñido en sus recursos que esa otra modalidad del simple escritor o creador de textos. "El creador literario goza de absoluta libertad y hasta puede permitiese el lujo de escribir para él mismo para su propia y única satisfacción. El periodista trabaja contra reloj para que el mensaje interese a todos, llegue a todos y sea lo más útil, fácil, directo y comprensible para todos, como aplicación práctica de unas técnicas profesionales separadoras de la prehistoria de su oficio"[iii] (Aguilera, 1992)
Esa preocupación esencial, viendo como comunicador al periodista antes que nada, afecta desde a las empresas informativas, hasta a los centros universitarios, e incluso hasta las más altas instituciones políticas o empresariales. Fenómenos como atender la comunicación interna dentro de las organizaciones, o velar por la comunicación institucional e imagen pública en gabinetes de prensa o los portavoces, para todo género de entidades, ocupan un papel relevante en todas sus inversiones y decisiones estratégicas.
En nuestra era de la comunicación, el periodismo goza hoy del más pleno reconocimiento, tomado en todas sus áreas y dimensiones. Incluso la Real Academia Española de la Lengua cuenta hoy con auténticos profesionales de los medios informativos entre sus miembros. Un humorista como Antonio Mingote Barrachina ocupa desde 1998 el sillón r de la Academia. Directivos como Luis María Anson Oliart (a quien desde 1997 le corresponde el sillón ñ) y Juan Luis Cebrián Echarri (a su vez en el sillón V, también desde 1998), quedan incluidos con toda normalidad entre los académicos de nómina. Es preciso que este reconocimiento público alcance también a los programas y temarios oficiales impartidos de los centros universitarios.
Atendiendo al momento presente, tal vez sea la globalización y la mundialización operadas en la comunicación, los fenómenos que afectan radicalmente tanto a contenidos y medios, como a públicos y mercados. Estamos inmersos en una nueva era de la información, en la cual existe un nuevo marco supranacional de actuación. Esto nos obliga a buscar una homogeneización de los estudios superiores por encima de las fronteras, que amplíe y acredite su validez en el nuevo ámbito internacional y cosmopolita en que nos movemos. Como señala Xosé López (2002), “lo cierto es que la Comunicación despierta cada vez más interés y las universidades han reforzado su atención a esta materia”[iv]. Es necesario lograr una formación global actualizada para los universitarios hoy en las aulas, que los asegure como comunicadores eficaces en los medios.
[i] Tesis Doctoral de Tobías Peucer leída en la Universidad de Leipzig en 1690, De Relationibus Novellis
[ii] Traducción de J. M. Casasús recogida por López García, Ángel (1996): Escritura e información, Madrid, Editorial Cátedra, p. 13.
[iii] Octavio Aguilera (1992), La literatura en el periodismo y otros estudios en torno a la libertad y el mensaje informativo, Madrid, Editorial Paraninfo, p. 25.
[iv] López, Xosé: “Los periodistas de los nuevos tiempos”, artículo publicado en “Sala de Prensa. Web para profesionales de la Comunicación Iberoamericanos”, Sección “Artículos”, nº 39, Enero 2002, Año III, Vol. 2, http://www.saladeprensa.org/art306.htm.
1 comentario:
Lo que usted llama la "Real Academia Española de la Lengua", en realidad sólo se llama Real Academia Española: RAE (y su diccionario, el DRAE). Sólo se indica a qué rama del conocimiento se dedica en el caso de las Reales Academias de Bellas Artes, de Historia...Pero la que "limpia, fija y da esplendor" sólo es Real Academia Española, la Real Academia por antonomasia
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