Paola Binetti es senadora italiana y Presidenta de la Sociedad Italiana de Pedagogía Médica. El pasado fin de semana (25-26 noviembre) participó en el III Simposio sobre la Familia celebrado en la ciudad de Jaén. Allí afirmó: "Hay que dar a los jóvenes convicciones profundas, que puedan asumir tanto en su modo de pensar como en su conducta".
No basta con pensar bien: en el mundo actual es fácil caer en cualquier tipo de manipulación. No basta con que los jóvenes tengan “ideas claras”: deben saber defenderlas en contextos sociales y culturales muy diversos a los de sus padres. Para eso sus padres deben dedicarles mucho tiempo. No basta con la “pedagogía del anuncio”. Tienen que darle una formación mucho más profunda: sus hijos deben asumir esos valores personalmente, no basta con que únicamente los respeten porque sean los valores de sus padres.
El individualismo pretende que se legalice cualquier apetencia. Si me gusta, ¿por qué no lo puedo hacer? Esa es la lógica que subyace en la defensa de la droga y del sexo. El “yo” que desea convertirse en ley obligatoria para todos. La formación de los jóvenes en este sentido no pueden reducirse a una simple enunciación del problema: hay que conseguir que lo comprendan en toda su complejidad.
En el consumismo, los niños disponen de demasiado dinero. Compran lo que quieren, y se convierten en unos consumidores privilegiados: esto se observa en la publicidad que se dirige específicamente a ellos. Hay que dar un sentido distinto al consumo, y volver a despertar entre los chicos una conciencia social alta, haciéndoles ver las penalidades que sufren muchos niños del mundo: en el extranjero, y en el extrarradio de su propia ciudad.
El sexo irresponsable se pone de relieve, por ejemplo, con los llamados divorcios-express. La gente parece incapaz de mantener unos compromisos fuertes, en la amistad, en las relaciones sociales… Las relaciones se han vuelto muy frágiles. Y este individualismo se manifiesta también en lo que podríamos llamar “relaciones virtuales”: en los videojuegos por ejemplo.
Con el relativismo, llega el desplome ético: desaparecen los valores. Recuerda la frase de Groucho Marx: “Señora, estos son mis valores. Si no le gustan… puedo mostrarle otros”.
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