«Si trabajar se convierte en el fin último, dejamos de ser personas»
«Una vida que no sea reflexionada no merece ser vivida»
«Sólo somos seres humanos cuando dejamos de hacer cosas y pensamos»
«Somos como el péndulo de un reloj, nos movemos hasta la extenuación, pero seguimos donde estábamos»
- Es uno de los elementos del mundo occidental: la barahúnda horrorosa del trabajo. Formamos parte de un engranaje, de una maquinaria. No paramos de hacer cosas, pero somos piezas sustituibles y no avanzamos hacia ningún sitio. Eso nos condena a la superficialidad, a ser banales; a llegar a casa cansados y no tener ni un momento para reflexionar.
- Y no nos damos cuenta de que realmente sólo somos seres humanos cuando dejamos de hacer cosas y pensamos. El conocimiento no nos va a hacer que ganemos más dinero, pero va a hacer algo más importante, que es transformarnos, y eso nos hace más dignos como seres humanos.
- La actitud del ser humano no debe ser la de contestarlo todo, sino la de preguntarse por todo. Escuchar todas las opciones y empezar un camino popperiano hacia el conocimiento, que sabemos que es un camino sin fin, pero por el que vamos marchando...
- Llega un momento en que debemos decir «basta», porque una vida que no sea reflexionada no merece ser vivida. Porque llegar a los 65 años, jubilarnos y comprobar que no hemos hecho más que trabajar...
- Es un vaciamiento tan brutal, una alienación tan salvaje, que no vale la pena. Es mejor renunciar a muchas cosas (aunque, ojo, es más fácil decirlo que hacerlo) y detenerse. Uno debería permitirse momentos de interiorización.
-¡Con la crisis oímos eso de que hay que trabajar más todavía, que hemos de llevar la jubilación a los setenta años! Y eso es tremendo. Si la crisis nos sirve para pararnos a pensar en otras cosas, perfecto, pero vemos un discurso que va en la otra línea, en la de «tengo que trabajar más», como si todo fuera entregar nuestra vida para que el sistema económico mejore. Cuando la empresa se convierte en el fin último, dejamos de ser personas.
- A la mayor parte de la gente del Tercer Mundo le encantaría ser globalizada. Hay una demagogia brutal sobre eso. Les insistimos en que nosotros hemos destrozado nuestra parte del planeta y en que ellos no deben hacer lo mismo.
Su obra, «La filosofía es una línea terapéutica real para mejorar personalmente» (Barcelona, 1968) aboga por armonizar acción y reflexión.
- Es uno de los elementos del mundo occidental: la barahúnda horrorosa del trabajo. Formamos parte de un engranaje, de una maquinaria. No paramos de hacer cosas, pero somos piezas sustituibles y no avanzamos hacia ningún sitio. Eso nos condena a la superficialidad, a ser banales; a llegar a casa cansados y no tener ni un momento para reflexionar.
- Y no nos damos cuenta de que realmente sólo somos seres humanos cuando dejamos de hacer cosas y pensamos. El conocimiento no nos va a hacer que ganemos más dinero, pero va a hacer algo más importante, que es transformarnos, y eso nos hace más dignos como seres humanos.
- La actitud del ser humano no debe ser la de contestarlo todo, sino la de preguntarse por todo. Escuchar todas las opciones y empezar un camino popperiano hacia el conocimiento, que sabemos que es un camino sin fin, pero por el que vamos marchando...
- Llega un momento en que debemos decir «basta», porque una vida que no sea reflexionada no merece ser vivida. Porque llegar a los 65 años, jubilarnos y comprobar que no hemos hecho más que trabajar...
- Es un vaciamiento tan brutal, una alienación tan salvaje, que no vale la pena. Es mejor renunciar a muchas cosas (aunque, ojo, es más fácil decirlo que hacerlo) y detenerse. Uno debería permitirse momentos de interiorización.
-¡Con la crisis oímos eso de que hay que trabajar más todavía, que hemos de llevar la jubilación a los setenta años! Y eso es tremendo. Si la crisis nos sirve para pararnos a pensar en otras cosas, perfecto, pero vemos un discurso que va en la otra línea, en la de «tengo que trabajar más», como si todo fuera entregar nuestra vida para que el sistema económico mejore. Cuando la empresa se convierte en el fin último, dejamos de ser personas.
- A la mayor parte de la gente del Tercer Mundo le encantaría ser globalizada. Hay una demagogia brutal sobre eso. Les insistimos en que nosotros hemos destrozado nuestra parte del planeta y en que ellos no deben hacer lo mismo.
Su obra, «La filosofía es una línea terapéutica real para mejorar personalmente» (Barcelona, 1968) aboga por armonizar acción y reflexión.
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