San Silvestre madrileña 2009

Antes que nada… ¡Tres hurras por Tapi y Lupín! (Es decir, por Juan y por José Luís, alumnos míos de 4º de Periodismo U.C.M.). Sinceramente, sin ellos, no lo hubiera hecho. Un par de cracks, hombres de una pieza, dos pedazos de campeones. Vaya desde aquí para ellos mi más sincero homenaje, como deportistas y como personas, por conseguir llevarme a la carrera popular.

Ha estado genial. Maravilloso. Emocionante. ¡Lo repetiría ahora mismo! Con lluvia a raudales, con un frío enorme… y hasta con granizada, al pasar por Atocha. Pero que me quiten lo bailado: ¡acabo de correrme de un tirón la carrera urbana de San Silvestre! Y no cumplo ya los cuarenta...

Te lo recomiendo de corazón, amigo. Pruébalo una vez, y te harás incondicional todos los 31 de Diciembre. Sano, realizante, desestresante. ¡Ole ay! Retardando el envejecimiento. Disfrutando de la vida. Auténtica maravilla para empezar el año –bueno, en realidad para terminarlo– venciéndote y exigiéndote haciendo algo útil.

Me da igual el mal tiempo. Me importa un bledo el cansancio. Me río de las agujetas. Prefiero morir corriendo de un infarto, que pudrirme envejecido como un vegetal seco. No se me ocurre otra cosa mejor y más sana que ésta para hacerla antes de la cena de fin de año. Madrid entero a tus pies, para devorarlo pateando.

El público, increíble. De todas las condiciones, de todas las edades. Gente animando en cada metro de la acera, chupándose también el frío y la lluvia, pero allí dando el callo, felices. La organización, eficacia total: salvo los charcos de Vallecas, auténticas lagunas. Y los corredores, una auténtica risa. Veías todo tipo de adornos en las ropas: gallinas, conejos… Hasta un padre ha corrido llevando el cochecito de un hijo pequeño suyo.

Con actos como éste, Madrid cobra vida, valoramos nuestra villa y ejercemos de ciudadanos.