08 abril 2015

Alumna en Periodismo… con 80 años

El curso 2008-2009, en la Universidad Complutense de Madrid, Carmen Delgado estudiaba cuarto de Periodismo, con sus ochenta años. Asistía fielmente a clase, bien sentada en la primera fila, en la asignatura que yo le impartía de ‘Empresa Informativa’.

Había comenzado la carrera con más de setenta años, terminándola con más de ochenta, y con Matrículas de Honor. Todo un ejemplo. Dos nietos suyos coincidieron con ella en la Facultad: Javier, que estudiaba Comunicación Audiovisual, e Inés, que cursaba Publicidad.

«Murió mi marido y decidí ir a la universidad. Hay que agarrar cada minuto. Yo no pierdo el tiempo: yo lo gano. Yo no quería ser una viuda tonta, de esas viudas de mecedora y parchís: una vieja de chocolatito y brisca».

«Entonces, cuando murió mi marido, después de pasarlo muy mal, decidí que quería ir a la universidad. Porque yo tenía y tengo mucha curiosidad. Y mientras tienes curiosidad hay mucho que hacer en la vida».

«Pensaba que no iba a darme tiempo a terminar la carrera por la edad, ya ves: la empecé en el año 2005. El primer día en la Complutense lo recuerdo como algo espantoso. Me senté en la primera fila. Por varios motivos. El principal era que tenía cataratas y quería estar cerca de la pizarra para poder leer. El profesor dictaba muy rápido. Nadie se ponía a mi lado. Nadie me hablaba. Llegué a casa y me dije: 'No me aceptan'».

«El segundo día fue igual. Ya lo iba a dejar. Porque no era agradable sentirse así. Estar en un sitio con personas que se ríen y no te hablan. Hasta que conocí a Leti, mi primera amiga, en la fotocopiadora. Ella se sentó a mi lado delante. Y ya todo fue cambiando poco a poco. Entré en el grupo. Me aceptaban».

«Crecí un montón. La universidad me enriqueció una barbaridad. No tenía ni idea de las cosas. Los chicos de ahora no tienen vicio. Hay que decirlo. Son gente estupenda, sin prejuicios, más generosa que nosotros».

Cuatro hijos, cuatro nietos, dos novelas sin terminar y una infancia «de empollona terrible, de chica repelente»- ha vivido una guerra civil, una huida a París, unos estudios en el Liceo Francés, una plaza como traductora en el Ministerio de Trabajo y todo el tranquilo estuario de una niña bien de entonces.


Ahora, con sus 86 años, sigue totalmente joven de espíritu, que es lo que en definitiva cuenta. Recomienda ir con Dios y sin prisas. (El Mundo: “La alumna que no quería terminar”, 07/04/2015, pp. 56-57) 

2 comentarios:

Álvaro de Sande dijo...

Qué fuerza, valentía y gran ejemplo de mujer.

Álvaro de Sande dijo...

Qué fuerza, valentía y gran ejemplo