¿Derecho incuestionable a ser madre o padre? ¿Sin ningún límite ni responsabilidad? No está eso tan claro. Cuidar, sí; pero esclavizar, no. Tu libertad acaba, donde empieza la de los demás. Todo derecho conlleva necesariamente un deber recíproco. Si yo puedo reclamar algo, es porque alguien está obligado a satisfacerlo. En este caso, el teóricamente obligado a acatar tus pretendidas decisiones soberanas, sería el hijo. ¿Por qué? ¿No tiene él también sus derechos? ¿Aún no ha nacido, y ya le estás obligando? Lo que ni con los animales en extinción se permite, ¿vale en cambio hacerlo con las personas? ¿Puedo acaso comprar impunemente embriones de gorila blanco para experimentar o para implantarlos como yo quiera?
Un derecho va siempre parejo a un deber. El derecho a ser madre, obliga también a cuidar del hijo como madre suya. Nosotras parimos, nosotras decidimos. Discrepo: engendrar también lo hacen los animales. Pero ser madre o padre es mucho más grande: es algo inmenso, un don inexplicable de entrega total, un prodigio de amor con acogimiento generoso y cuidado infinito, un cariño pleno de ternura inabarcable, la simpatía máxima y la comprensión absoluta, un entorno maravilloso, modelo y ejemplo de relación, recuerdo para toda la vida.
Derecho absoluto a ser madre, obligación incuestionable de ser hijo. No me salen las cuentas. ¿Qué obligación tiene un hijo de acatar sumisamente el capricho arbitrario de su progenitora? ¿Por qué no hay que tenerle también en cuenta al bebé? Obviar sus derechos sería imponer una tiranía del fuerte contra el débil, esclavismo dictatorial contra el indefenso, sometimiento total del desamparado, absolutismo deleznable contra el más inocente, ausencia de la mínima libertad y respeto, un poder despótico de la madre ejercido avasallando al crío, sin tener en cuenta su bien para nada, sino sólo la satisfacción de un capricho.
Tú, mi hijo, naces porque a mí me da la gana. A callar. Es tu obligación. Y si no te gusta, te fastidias. Si yo no soy capaz de cuidarte como madre, mala suerte. Si yo no puedo darte una familia, un cariño o un padre, aguántate. Si yo tengo sesenta años, y quiero tener un hijo in Vitro, aunque no pueda ser auténtica mamá, como sucede en la naturaleza, sino ser a lo más abuela artificial, te aguantas.
Nosotros nacemos, nosotros también tenemos derechos. La regla básica en el trato entre personas, es el respeto. Y en las relaciones familiares, el servicio por amor. Si no hay ni amor ni respeto, no cabe relación humana ninguna. Y sin relación justa, tampoco hay ni derechos ni deberes, sino a lo más, pacto de no agresión o ausencia de trato.
¿No estarán burlando las leyes de adopción y los criterios de defensa del adoptado, con el mito del progreso del implante in Vitro? Para tomar en adopción a un niño, se exigen mil salvaguardas protectoras. Faltaría más. Pero para fabricarlo artificialmente, cobrando, claro, tenemos barra libre, ancha es Castilla. ¿Qué buscamos: hijos o mascotas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario