10 febrero 2007

¿Hijos o mascotas?

Hacer experimentos con las personas, es algo superado tras el nazismo. La historia nos lo demostró de sobras: programas de eutanasia para acabar con los discapacitados, los incurables y los enfermos mentales e inhábiles; a algunas deportadas se les inoculó semen de chimpancé, se realizaron experimentos de esterilización, de aguante físico ante frío o presiones, incluso un tratamiento efectivo contra la hipotermia.

También utilizaban a los prisioneros para probar varios métodos de potabilización del agua de mar, inmunización y sueros para la prevención y tratamiento de enfermedades contagiosas, como la malaria, el tifus, la tuberculosis, la fiebre tifoidea, la fiebre amarilla y la hepatitis infecciosa. En el campo de Ravensbrueck se realizaron experimentos con injertos óseos y experimentos para probar la eficacia de las drogas sulfa de nuevo desarrollo (sulfanilamida). En Natzweiler y Sachsenhausen se sometió a los prisioneros al fosgeno y al gas mostaza para poder probar los posibles antídotos.

Todo ello fue condenado en el Juicio de Nuremberg como delitos contra la humanidad. Ni el progreso de la nación, ni la mejora de la raza, ni el avance de la ciencia, ni el desarrollo de la civilización, ni ninguna otra superchería disfrazada de pretendido progreso, justifica la investigación efectuada con seres humanos. Los seres humanos, incluso los embriones, son algo más que cobayas.

A día de hoy, artificialmente, cabe manejar los genes a voluntad. Podemos comprarlos, seleccionar donantes, elegir qué niños nacen con todas sus prestaciones, como en cualquier ganadería o raza animal. Pero, a pesar de todo, ¿tenemos derecho a manipular a nuestros semejantes? Más aún, ¿podemos en justicia decidir quién nace, cómo nace, si es que nace y con quién nace, sin un compromiso previo de cuidado y de atención, de progenitores originarios y de familia? Privar a alguien de conocer algo tan básico como saber quién es su padre, saber de él más que ser un donante de esperma u óvulos en un banco de semen, ¿está realmente justificado? ¿Nos hace hoy tanta falta?

¿Sabemos verdaderamente qué taras va a conllevar un embrión descongelado tras haberse guardado durante años en un depósito? ¿Quién va a indemnizarle las malgestaciones que puedan sobrevenirle por el manejo manipulado en su incubación? Más importante aún, cuando aún millones de seres humanos no disponen de lo mínimo para subsistir, ¿cómo mientras tanto occidente se gasta ingentes recursos en fabricar bebés a la carta, cuando éstos ya existen?

Y no digamos ya nada del descontrol consiguiente, creando posibles hermanos que ignoran serlo. “Imagínese si se empiezan a usar así los embriones de una misma pareja, y se implantan en diferentes parejas: al rato en la calle va a haber medios hermanos que ni siquiera van a saber que son medios hermanos”, mencionó José Ángel Córdova, presidente de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados de México. Sin normas que lo regulen, continúan bajo la sombra del anonimato la mayoría de los casos de engaño, corrupción y comercio de embriones humanos. “No es posible que no le respetemos sus derechos al embrión simplemente porque no se puede manifestar”, agregó José Ángel Córdova.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No comparto tu visión catastrofista. Es cierto que la capacidad de la ciencia genética ha avanzado hasta un campo que hace unos años era impensable, la manipulación genética y la selección de embriones. Ahora bien, lo que se está estudiando(e incluso aplicando desde ya mismo) son técnicas con células madre obtenidas de bebés nacidos con las mismas cualidades genéticas (obviamente nacidos de embriones "seleccionados") que sus hermanos para poder curar enfermedades degenerativas o crónicas de éstos, de hecho en España ya se ha autorizado algunos.Este uso es tremendamente esperanzador, y yo lo respaldo enormemente.
Ahora bien, igual que apoyo esta postura, tampoco puedo dejar de compartir parte de tu crítica sobre las contraprestaciones, leasé niños a la carta y otras cosas que mencionas. La naturaleza es sabia y sabe cómo regular el sexo, la raza...y no debemos interferir en ella por capricho; pero sí por necesidades terapéuticas (evitar, por ejemplo, que un hijo de padres hemofílicos herede el mal de sus progenitores).
Y en cuanto a los peligros de posibles malformaciones o taras de bebés nacidos de embiones congelados, comentarte que recientemente salió publicado (en El País quiero recordar) un reportaje sobre una familia de Nueva Orleáns que tenía un embrión congelado desde hacía 4 años en una clínica de la ciudad. Cuando el Katrina arrasó la ciudad, el hospital donde estaban estos embriones se inundó, y varias enfermeras lograron rescatar los embriones y trasladarlos a otra clínica. Ésta familia, conociendo el paradero del embrión, decidieron implantarlo, y de el nació una preciosa niña sin malformación ni tara alguna.

Ramiro Lapeña