13 enero 2008

Reflexiones anónimas de un viernes

Me escribe un alumno: Aquí te traigo mis conclusiones espontáneas en la madrugada del viernes mientras ocupo mi tiempo en cosas que no debería...

Todavía no he descubierto hábito alguno que practicado en exceso no resulte dañino. Ni siquiera hacer el vago, que a la larga, si no es a la corta, nos perjudica. Acabamos de pasar la Navidad, época en la que todo el mundo hace excesos de comida, de regalos, de salir de parranda… De lo que menos hay es exceso de estudiar, en el caso de los que debemos hacerlo. Y es que, hasta estudiar demasiado es malo.

Es probable que quedarse un viernes en casa para ver una película de judíos y palestinos a tiros mientras ceno pescado no sea el plan idóneo. Cierto, lo suyo es hacerlo con pizza o palomitas, pero creo que pertenezco a una nueva generación en la que el día que mola la cena es cuando vas a comer algo que se tarda más de cinco minutos en preparar. A mamarla con el telepizza!!!

El caso es que sumando “mi generación + excesos”, sólo me sale de resultado “estupidez monumental”. Yo no sé si me rodeo de superdotados o son los superdotados quienes hacen tonterías, pero gracias al periodismo a veces me doy cuenta de lo increíblemente inteligente o estúpido que puede ser alguien...

Aquí está el asunto descubierto en elmundo.es a las 2 de la mañana: Alemana de 21 años, 1,56 m. y 40 Kg. de peso. Si haces la proporción, te sale una pequeña mujer, seguramente rubia, de ojos claros y muy blanquita de piel (el invierno, en cualquier caso, está siendo fresco en las Baleares). Si te digo por qué pesa 40 kilos, el resto de las cosas que te he dicho te la va a traer al pairo.

“Mamá, mami, me duele la tripita…”, se quejaría la jovenzuela. “¿Te llevo al hospital a que te echen un vistazo los maravillosos médicos que tenemos en Alemania?”, le diría su mami. Y se irían cagando leches al hospital. Los médicos, asombrados ante el enigmático caso, investigan e investigan hasta que dan con el problema: Tiene demasiado sorbitol en el intestino, así que hay que ver a qué leches se debe.

No me demoro más con la solución. El angelito, en forma de alemana menudita, se comía 14 chicles diarios. En todo el tiempo con su tripita mala (8 meses, a 12 cagaleras diarias, que llevaba) no se paró a pensar que ésa era la causa de que su culo fuese un grifo estropeado y por eso estaba más delgada que la etiqueta de un Biomanan.

¿Qué decir, pues, de los jóvenes de hoy? Pues eso, que “mi generación + Excesos,= estupidez monumental”. Ahora nos vamos a enterar de que comerte 20 chicles no da cagalera… Pero si yo aprendí a leer con las etiquetas de los chicles y lo ponía bien claro, hombre. Enteráos, jóvenes del mundo: “tomado en exceso produce efectos laxantes”. Mirad laxante en el diccionario si lo necesitáis, pero no te comas todo el rollo de boomer, joder. Lo peor de todo es que ha habido otro caso similar, así que esta gota es la que colma el vaso y me manda a la cama.

Es probable que un día de estos, en clase de Historia Universal, empiece a comer chicles como un loco para ver si me escapo por mi propio sumidero y, de tanto adelgazar, desaparezco como por arte de magia. Así que ya sabes porque muchos de tus compañeros de profesión prohíben comer chicle en clase. No quieren que nos escapemos!!!

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