¿Cuál es el verdadero problema de nuestra universidad? ¿Seguro que es sólo la falta de dinero? ¿Eso lo arregla todo? ¿Cuándo vamos a subirnos al carro europeo? ¿Cuándo colaboraremos con las empresas e instituciones? ¿Hasta cuando seguiremos con localismos provincianos trasnochados? ¿Vamos a seguir esperando a que sean los políticos los que lo arreglen? ¿Con nuevas leyes inútiles? ¿Con más cambios absurdos?
Lo que nos falta en realidad, los sabemos todos, es de sobra conocido: investigación, esfuerzo, calidad; competir, progresar, mejorar; exigencia, actualización, avance; colaboración, trabajar en equipo, aportación; selección, atención personal, orientación; apoyo, ayuda, implicación… y eso no lo da sólo el dinero.
Otro tanto sucede con lo que nos sobra: caciquismo, amiguismo, corrupción; descuido, desatención, desorden; chapuza, atraso, arcaísmos; desinterés, ley del mínimo esfuerzo, chapuza; absentismo, yo-a-mi-bola, abandono; dejadez, indolencia, vagancia… pereza y desgana, males endémicos del funcionariado.
Resulta interesante la opinión de Rafael Palomino, Catedrático de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid (18.01.08), sobre la dejadez, la desidia y la desgana tradicionales, que tristemente lacran los resultados de la docencia.
“Comentaba gráficamente en una entrevista el rector de la Universidad Politécnica de Valencia que el Espacio Europeo de Enseñanza Superior es para España, lo que el euro fue para la peseta. La comparación parece acertada. El euro trajo un proceso previo de ajuste económico y un proceso posterior de adaptación para los consumidores”.
“Lo que está claro es que el EEES plantea la posibilidad –no me atrevería todavía a decir que la realidad– de un espacio común de enseñanza que quizá de otro modo no sería viable hoy por hoy”.
“Entre las diez primeras universidades del mundo –según la reconocida clasificación elaborada anualmente por la Shanghai Jiao Tong University– no se encuentran sino dos europeas, Oxford y Cambridge (modelo angloamericano: curiosa coincidencia de nuevo), y entre las cien primeras sólo hay 34”.
“Europa quiere ser competitiva. Pero entonces tal vez quepa plantearse –como hacía José-Ginés Mora, director del Centro de Estudios en Gestión de la Educación Superior de la Universidad Politécnica de Valencia– que el problema fundamental de la falta de competitividad de las universidades europeas es un problema de mejora de la gestión; no exige una total transformación como la que se pretende. Y para este viaje no hacían falta tantas alforjas…”
“En parte, la clave está en a qué precio y con qué medios se pretende llegar a tan alta meta: una competitividad mundial de Europa en la enseñanza superior. Europa parece en este aspecto jugar a ser U.S.A., pero sin el dinero de U.S.A…. Y -añado yo- sin su seriedad, empuje, respaldo, eficacia, responsabilidad, implicación, compromiso, prestigio, calidad, formalidad, fundamento y nivel”.
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