10 abril 2006

Comunicación y Gestión del conocimiento


Asistimos al desarrollo de un nuevo recurso empresarial: el capital intelectual. Vivimos en una nueva economía basada en el conocimiento. Resultan ya archiconocidas expresiones como ‘gestión financiera’ y ‘gestión de producción’: pronto sonará también a muy oída la ‘gestión del conocimiento’ o ‘gestión del capital intelectual’ (tomado del ingles Knowledge Management o KM).

Hoy en día, la capacidad de crear valor, de enriquecerse, no depende ya exclusivamente de los recursos financieros (dinero), ni de las materias primas disponibles, ni tampoco del volumen de producción (bienes y servicios), sino más bien del potencial creativo de los empleados. Está muy relacionada con la política de recursos humanos, con elementos como e-learning, inteligencia emocional, gestión por competencias, aprendizaje organizacional, etc.

Actualmente la información y el conocimiento constituyen la fuente principal para la creación de renta y de riqueza en las empresas. Por eso son necesarias unas nuevas herramientas de dirección, que sean adecuadas y útiles para conseguir una gestión eficaz del conocimiento y de la información. El nuevo modelo directivo de actuación viene definido por la capacidad de diseñar e innovar, aumentando la interactividad y la creación, convirtiendo el conocimiento en riqueza, facilitando la conectividad tecnológica (comunidades virtuales de intranet y extranet).

La OCDE define la Gestión del Conocimiento como las políticas de competencias organizacionales y del capital humano disponibles en una organización. PricewaterhoseCoopers la explica como la técnica directiva de transformar la información y los activos intangibles en un valor constante para los clientes y para el personal de la empresa. Hoy se investigan sin pausa los indicadores para cuantificar y medir el Capital Intelectual, ya que esta medida permite evaluar el potencial económico de una empresa. También resulta significativo ponderar el proceso de creación y generación del conocimiento, así como su captación, recolección y difusión, con el fin de salvar al máximo la incertidumbre: ese caos que Tom Peters anunciaba hace años, como necesario e inevitable en el proceso de renovación empresarial.

Las variaciones del mercado, hasta hace muy poco, se producían a unos ritmos suficientemente lentos para permitir a las organizaciones el diseño de estrategias de cambio y cálculo de probabilidades que permitiera minimizar los riesgos. Era posible establecer plazos que garantizaran un grado de aceptación razonable a los elementos implicados, reaccionando o incluso anticipándose a la competencia con modelos y estructuras estables. La globalización de este siglo XXI ha agigantado totalmente el entorno competitivo. No existen límites ni fronteras posibles para el mercado. Los competidores pueden surgir en cualquier parte del mundo. La digitalización ha transformado el entorno geográfico mundial y ha eliminado las barreras temporales.




















La mayor riqueza de las empresas está en lo que sepan hacer las personas que las componen (su “know how”) y en cómo lo hacen (su “filosofía de negocio"). La competitividad de las empresas y su capacidad de innovación, dependen cada día más de cómo utilizan, gestionan y almacenan el conocimiento que existe en su interior, muchas veces descoordinado, disperso o desconocido. Como define Toler (1999), la gestión del conocimiento es el proceso por el cual una organización identifica sus recursos de valor intelectual, explícitos e implícitos, los captura y luego provee acceso abierto a estos recursos en forma sistematizada. Es una tarea humana intelectual de organización, disponibilidad, ordenación y consulta.

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