17 julio 2011

Otro amigo

He conocido a un profesor de Nueva York: Prezio. Es un crack. Tiene una cara de chavalito, que nadie le echaría los 28 años que tiene. Juega a basket, like a Champion, ¡claro! Para algo mide seis pies y siete pulgadas, que suman dos metros holgados de estatura. Ha sido hace un momento.

He ido hoy domingo a las once a misa a la iglesia de la Asunción, como un rey. Tenía allí misas todas con coro, órgano, monaguillos con ropas revestidas… Vamos, que ni en la catedral de la Almudena pillas algo así, y menos a mitad de verano. La gente aquí canta como los ángeles.

Había opciones de misas en español o misas en inglés. Opte por el inglés. A la entrada, estaban repartiendo guiones para seguir los textos de la misa y las canciones. Prezio, el gigante de la foto, me dio a mí los papeles. Ahí mismo nos hicimos amigos. Se sacó una foto conmigo, como recuerdo. Hemos quedado luego para tomarnos algo, cuando termine de jugar su partido de basket, después de misa.

Los guiones del ritual estaban perfectamente escritos y presentados. Todo en bilingüe, castellano e inglés. Contenía canciones, intenciones para ofrecer la misa, información de quién había nacido esa semana y de quién había fallecido, comentarios de las lecturas, sugerencias para tu piedad, datos al detalle informando y ofreciendo colaborar con las obras de beneficencia de la parroquia… Tanta calidad de impresión me sorprendió. Descubrí el truco al volver la última página. Estaba repleta de propaganda de comercios de la zona. Con eso financian sus hojas. Unos cracks.

Conclusión: aquí son unos profesionales. Al acabar la misa, el cura ha pedido que nos sentáramos un momento, antes de dar la bendición. Ha preguntado si había alguien que fuese la primera vez que asistía allí. Levanté la mano desde el último banco, donde estaba yo discretamente sentado, a la sombra de mi amigo Prezio.

Me ha saludado en público, en voz muy alta, y me ha preguntado de dónde venía. De España, le he respondido. ¡O, de la Madre Patria!, me ha contestado. A la salida estaba revestido en la acera, saludando y despidiendo a todo el mundo. Le he felicitado por la gozada de parroquia que tiene.

He disfrutado un montón, se me ha pasado todo en un momento, he ganado un nuevo amigo, vamos… que he vuelto a casa pegando botes. Encima, me he encontrado en la acera de mi casa una maleta de lujo, totalmente nueva, gigantesca, sin tocar, vacía... Le he preguntado a una vecina para quién era ese "regalo". Para ti, me ha dicho. Encantado, me la he quedado. ¡Que demasiado!

Le he contado a la vecina mi experiencia de la misa de la que venía. Me ha dicho que ella era igual que yo, totalmente católica, al millón por ciento, descendiente de irlandeses y devota de san Patricio.

Le he dicho que mis ascendientes son el clan McKeever, de Portadown, Craivagon, County Armagh, Ulster. Huyeron de allí al País Vasco en el siglo XVI, perseguidos por los ingleses protestantes: para que me hablen a mí de la memoria histórica. Cerca de donde nacio san Ignacio de Loyola, Azpeitia, conservamos caseríos de la familia. Le ha encantado mi historia. Otra amiga más, vecina de mi calle.

Este es el escudo de Portadown: tiene el arpa de irlanda, y el baculo arzobispal de la sede primada irlandesa, situada en Armagh, en Irlanda del Norte.






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