20 enero 2009

Ausencia de valores

Una civilización sólo sale adelante, funciona y se mantiene, gracias a los valores por los que lucha, los que sus miembros comparten. Ése es el armazón que sostiene a las familias, a las organizaciones y a la entera sociedad: el interés que comparte, los fines que persigue, las normas que cumple, los principios con que juzga.

¿Qué modelos de ciudadano nos presentan hoy los medios? Son totalmente impresentables: culebrones, estafas, escándalos y conductas desastrosas… mostrados alegremente, como si fueran sucesos normales y corrientes, hasta divertidos y ejemplarizantes.

¿Qué ejemplos nos ofrecen? Idea de padre, Homer Simpson. Idea de valor, el dinero. Idea de matrimonio, pareja de hecho. Idea de familia, inexistente. Idea de trabajo, la chapuza y el pelotazo. Esos son los desvalores que están horadando nuestra mayor fuerza, que es nuestra cultura. Malditos sean. Quizá la crisis pueda obligarnos a recuperar los auténticos valores humanos.

Las personas con un nivel cultural alto, con una de formación profesional elevada, con una conducta social ímproba, constituyen el parangón cierto, el mayor resorte -¡el único muelle!- de un país. Constituyen los requisitos imprescindibles para mantener los niveles de calidad en la vida social, en la dirección y en la organización de los servicios. No pueden ser tratados como un sector residual, que es lo que tristemente se está ahora haciendo.

Valoramos más el tener, que el ser. Es nuestro mismo materialismo el que pudre nuestras raíces. Consejos a los hijos: “Niño, estudia, porque si no, no te enriquecerás”. Parece como si lo importante fuera llenarles el bolsillo, más que la cabeza… e incluso más que el corazón. La alegría no la dan la cuenta corriente, ni la nómina. La dan motivos serios, como el esfuerzo, el servicio, la entrega y la paz. Así nos va con el desastre escolar, con los fracasos matrimoniales, con la violencia doméstica.

Si no sabemos enseñar a nuestros jóvenes a gozar y disfrutar en serio con valores como la alegría de compartir los bienes, como el rendimiento responsable, el afecto desinteresado, la ayuda al débil y al necesitado, la cooperación al bien colectivo, la participación en la solución de los problemas… entonces tendremos que mandarlos a las chozas y cabañas del tercer mundo, enviarles al “subdesarrollo”, para que allí puedan aprender de los “subdesarrollados” a ser personas, y no chupones.

1 comentario:

Javier Jurado dijo...

Totalmente de acuerdo en que hoy en día los valores que se siguen son los de una sociedad más bien poco luchadora, hecha para el disfrute, muy poco concienciada de que los problemas (personales y sociales) hay que solucionarlos mediante la lucha (que no violencia, ojo). No estamos preparados para luchar.
¿Que los medios nos ofrecen Homers, parejas de hecho, estafas etc, etc? Sí, vale, pero tenemos que saber que eso no lo es todo. Que Homer es de dibujos animados, que es una sátira... que las parejas de hecho son casos puntuales y que las estafas acaban siendo malas.
Aunque muchas veces no nos hace falta ver la tele para comprobar de motu propio que los trepas escalan más que muchos honrados, que hay mala gente impune, que siguen exisitiendo clases, que a los jóvenes no pudientes no se nos acaban de dar todas las herramientas, etc, etc, etc.
La crisis, por desgracia, Pedro, creo que no nos va a unir más espiritualmente. Al fin y al cabo, es una lucha contra el "no tener"... ¿pero el no tener qué? ¿móvil, internet? Creo que sólo el llegar a "no tener que comer" nos haría más fuertes.
La religión no está en su momento más dulce precisamente para orientar espiritualmente; la sociedad tampoco; ni tan siquiera muchos padres lo están para sus hijos.
La esperanza ahí está, y siento mi pesimismo, pero es que lo veo todo tan crudo... Creo que esto es una carrera por cada uno salvarse el pescuezo y tonto el último.