Madurar no significa imponerse. Eso es cerrazón mental: pobreza de miras. La riqueza está más bien en lo contrario: en abrirse a los demás y saber comprender a otros. Es lo que vulgarmente se llama ‘ponerse su camisa’ o ‘meterse en su pellejo’. La amplitud de nuestra inteligencia, se mide según nuestra capacidad de hacernos cargo de otros enfoques, de nuevos planteamientos y perspectivas, diferentes al nuestro.
Eso no significa renunciar a nuestras propias convicciones. Menos aún supone que nos dé absolutamente igual lo equivocado que lo acertado. Pensar es ser capaces de entender y comprender las discrepancias, aunque no por ello las justifiquemos ni menos aún las trivialicemos. Existen muchos otros modos más de pensar diferentes del nuestro, más divertidos, más ricos, más cuidados, más originales… por mucho que no los compartamos, o incluso aunque disintamos o discrepemos de ellos.
La fortaleza de nuestros principios se demuestra en nuestra serena y razonada forma de defenderlos. Si tanto insistes en esgrimir tus motivos, se ve que debes estar muy poco convencido de ellos, o que tienes miedo de que otro razonando te rebata tu posición, usando mejores argumentos.
Ahí es donde se ve la grandeza del hombre. No en el ególatra creído sabelotodo, sino en el humilde y sencillo dialogante. Ése es uno de los motivos que convierten al ser humano en un ente social por naturaleza. No es otro el camino que lleva al progreso y al avance de la civilización: la apertura, la universalidad, la comprensión. La plenitud está en poder compartir nuevos esquemas con cualquiera, y saber abrirse a nuevos planteamientos, puesto que cuatro ojos ven más que dos: mente clara, corazón abierto, espíritu grande.
1 comentario:
Pero…¿qué pasa si tu interlocutor no te quiere prestar ni respeto ni atención, quizá porque no sabe o no puede hacerlo de otra manera?
Es decir, ¿cómo se hace para sacar la magia a una conversación, si hablas con alguien que tiene cero interés en que le cuentes tu visión de las cosas?Personalmente, para mí, es insoportable, dar con alguien que no es capaz de entender que yo también tengo derecho a pensar, es que es muy fuerte. Muchos hombres, sobre todo. Me hablan como si fuera lela. Joer. Con las mujeres me siento como con una especie superior. No todas, no todas…
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