Afírma el autor de este libro que "salvar la comunicación es, ante todo, preservar su dimensión humanista: lo esencial de la comunicación no son las técnicas, los usos o los mercados, sino la capacidad de vincular herramientas cada vez más eficaces a valores democráticos". [Dominique Wolton, tit. or. “Il faut sauver la communication”, Editorial Gedisa, Barcelona 2006, Colección Libertad y Cambio, 202 págs., 16,80 €, trad. Margarita Polo].
Este estudioso francés de los medios presenta en su obra una revisión de los nuevos fenómenos comunicativos, con sus progresos y retrocesos. Cuestiona la legitimidad del periodista, como agente público que asume el poder de comunicar: su actual banalidad -siguiendo el pensamiento débil políticamente correcto- y su parcialidad en intereses sobre la información, que son la base de un planteamiento democrático.
"Salvar la comunicación -sostiene Wolton- es pensar una teoría de la comunicación como teoría política. O más exactamente, subrayar las implicaciones de una teoría de la comunicación en sus relaciones con la democracia".
Información y comunicación no son para él lo mismo -ni para mí-. La sobreinformación (telefonía móvil, Internet, las nuevas tecnologías) puede estar dificultando de hecho una comunicación ágil. Wolton denuncia la tiranía del domino del mercado informativo por los grandes macro media. Para él, la libertad está más en las personas, sociedades y culturas, antes que en redes y satélites. Propone erigir a la comunicación como cuarto valor dentro del clásico republicano “libertad, igualdad, fraternidad”, casi reemplazando “fraternidad” por “comunicación” (Vid. Cap. 3)
El segundo capítulo (“la comunicación y sus enemigos”) critica la telebasura de los reality shows, así como la sobreabundancia de datos, fenómenos ambos que dañan a la comunicación. Dominique Wolton defiende los valores fundamentales comunicativos, actualizándolos según su visión más personalizada, social y humana, anteponiendo los ciudadanos concretos antes que a la técnica.
2 comentarios:
Sobre la telebasura podemos hacer un análisis, un tanto pedestre: si las televisiones siguen apostando por este tipo de contenidos es porque los números salen, no hay más. Movidos por la tiranía de los números, los programas nacen a imagen y semejanza de los que emite la competencia y funcionan, y por la misma razón, se retiran de la parrilla sin esperar a que los espectadores incluyan los nuevos contenidos en su consumo habitual.
Por otro lado, hay un fenómeno de "contagio" en las televisiones. Un formato funciona en una cadena de televisión y se extiende al resto de canales. Ejemplo: en el año 2000 se estrena un programa en España (avalado por la experiencia de éxito en Holanda, por supuesto) "Gran Hermano", no exento de polémica, en Telecinco. Meses después, Antena 3 compra los derechos de "El bus" (hasta el título es cutre), de similares características y de la misma productora, con la variante de que los concursantes convivirán en un autobús en vez de en una casa. Mientras Gran Hermano va por su octava temporada, El bus casi no llega al final. Se pueden poner miles de ejemplos como éste. Es decir, los espectadores al final eligen entre un formato o su copia, con lo que variedad de contenidos y formatos en el panorama televisual, más bien tirando a poca. Si quieres ver televisión, es lo que hay...y, claro, ¿quién se agarra una novela, por insustancial que sea, después de una jornada laboral de 8, 9 ó 10 horas? A mí, desde luego, no me apetece.
Algo parecido ha ocurrido en los informativos, que a priori son los formatos más longevos (véase, Informe Semanal, que no deja de ser un informativo) y los que menos cambios necesitan para perdurar en la parrilla. Pero de un tiempo a esta parte hemos visto, sobre todo con el nacimiento de los dos últimos canales analógicos (Cuatro y La Sexta), cómo los informativos han recortado la duración (empiezan 2 ó 3 minutos antes de en punto y a y 20 ya están terminando con el parte meteorológico) y una "espectacularización" de los contenidos informativos. Pesan más los sucesos, hay un gusto excesivo y a veces injustificado por las conexiones en directo (sobre todo en el informativo de Piqueras en Telecinco). Y aunque es cierto que hay historias que se cuentan en un informativo de televisión por lo espectacular de las imágenes (por ejemplo, contar un intento fallido de secuestro aéreo en televisión está justificado, en la radio no), últimamente se abusa de esta peculiaridad del medio.
Pero no hay que ser pesimista. En primer lugar, hay programas estupendos, de una factura impecable, como Hora Cero en TVE. Es un magnífico programa de reportajes de actualidad que tocan todos los palos de la realidad en que vivimos, desde los más evidentes hasta los más escondidos. Chapeau! Además, en 2010 las televisiones se multiplican como los panes y los peces por obra y gracia de la TDT.
Empresas de televisión y anunciantes tendrán que reconvertir el modelo de financiación del medio, puesto que ya no podrán ofrecer porcentajes astronómicos de cuota de pantalla y probablemente con los canales temáticos habrá más posibilidad de elegir un contenido de acuerdo al gusto del espectador.
Bueno, comunicar es distinto de informar para ti, para mí y para el común de los mortales (al menos debería ser así). Son el todo y la parte, la información es un proceso de comunicación. Así, informar es comunicar, pero comunicar no siempre implica informar.
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