21 mayo 2007

Profesor que orienta, no instructor que impone

Un profesor no es un vigilante que amenaza: “Si no aciertas el 70% de las preguntas, no apruebas”, “Si te falta la asistencia a clase, no te examinas”, “Si no has entregado los trabajos, no corrijo tu examen”… Eso es un seguidor trasnochado de la rancia Pedagogía directiva.

No es a día de hoy admisible ese modelo arcaico, impositivo, dictatorial y cerrado. Se trata de asumir la nueva concepción humanista, frente a la piscoanalista y la conductista, que son formas más propias para aplicar a enfermos deficientes y a esclavos dominados.

El punto principal para la realización de una persona madura es su razón social. ¿Por qué? Porque sólo puede desarrollar su personalidad acabadamente, mediante ejercer el proceso de interacción con otros seres humanos. De sus semejantes es de donde mejor se asumen los valores, los hábitos, las conductas, los modelos de actuación. Y todo esto se cumple especialmente en el caso de los Profesores que orientan, dirigen, motivan y evalúan.

El profesor debe ser ante todo un guía en la educación de valores. ¿Con qué fin? Para desarrollar la personalidad adecuada y propia del estudiante, en vez de imponerle obligatoriamente la del docente. Esto exige un carácter participativo de la enseñanza. El alumno no es un ser pasivo, un mero receptor sumiso. El estudiante debe asumir un papel cada vez más protagonista en su aprendizaje, en su plan y en sus metas.

El profesor debe abandonar la figura autoritaria de imponer el conocimiento y decidir dictatorialmente qué y cómo aprender. El diseño curricular debe ser libre y responsable, implicado y comprometido, personal y construido. El hombre tiene desde su nacimiento en potencia las fuerzas que determinan su desarrollo, pero sólo se desplegarán adecuadamente si existen condiciones sociales favorables para su expresión, un clima social de aceptación y respeto, donde la persona encuentre las posibilidades de expresarse libremente.

Ese y no otro es el papel fundamental del Profesor: facilitar el aprendizaje, pues su función en la enseñanza es propiciar las condiciones para la libre expresión de las potencialidades del estudiante, creando un clima afectivo favorable de comprensión, aceptación y respeto, asegurando un sistema favorable de influencias sociales mutuas, donde el aprendizaje sea personalizado, feliz, libre y armónico. "Aquellos empleados que están complacidos con lo que hacen tienen mayor probabilidad de mantenerse sanos y felices" (Cary Cooper, Profesor de la Universidad de Lancaster).

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