Hay un modelo trasnochado y arcaico de universidad. Ese sistema anquilosado y ‘tradicional’ de universidad, napoleónico y decimonónico, está totalmente desfasado. El método medieval, antiguo y arcaico, prediseñado e impuesto, unidireccional y no participativo, ególatra e inapelable, cerrado y no interactivo, teórico y abstracto, desligado del mundo laboral y empresarial, ha agotado ya sus capacidades, como está más que demostrado, desde hace más de decenios.
Urge abrir campo al nuevo mundo universitario que demanda la sociedad del conocimiento: global y universal, digital y abierto, como hoy necesitamos, con nuevos idiomas y países, pluralidad de perspectivas y de enfoques, apertura cultural y amplitud formativa, trato personalizado y diseño individual del currículum, orientación personalista y opuesta a los planes colectivos masificados...
¿Qué podemos hacer para avanzar en esta dirección? ¿Qué pasos nos pueden acercar? Te propongo tres metas que ocnsiderar. Audaces, sí, y difíciles, pero para nada imposibles. Piénsalo. Te las enumero para que tú las valores.
1.- Libre formación del programa académico. Elegir tú libremente las materias y asignaturas que personalmente deseas, precisamente esas que a ti te forman. Nada de hacerlo por sorteo, comenzando a elegir por lista quiénes son los que se matriculan. En todo caso, optar racionalmente según elección meritocrática: que elijan primero los primeros, según su nivel de expediente. Y nada de cerrar los grupos antes de saber qué es lo que desean los alumnos. Si fuese necesario, se eliminan esos grupos que quedan siempre vacíos, y se amplían o crean otros nuevos: justamente aquellos que estén siendo demandados.
2.- Libre elección de profesor y de grupo. Nada de sorteos. Fuera imposiciones. Primero eligen los de mejores calificaciones, viéndose así qué es lo que más se desea y qué es lo que se rechaza, y así se ve dónde hay verdadera calidad, y dónde falta nivel.
3.- Libre evaluación del profesorado. Hecha por los alumnos, anónimamente, al terminar el curso, realizando la valoración final de cada profesor, dejando claro el nivel valorado de: su calidad explicativa, su justicia evaluadora, su atención tutorial, su orientación investigadora, su actualidad y puesta al día, las herramientas docentes empleadas, su accesibilidad e interés, su empatía y comunicabilidad, su servicio, su utilidad y su motivación. Éste es el único modo -no se me ocurre otro- de poner este plan en marcha.
¿Hay ‘bemoles’ para sugerirlo a tu autoridad universitaria, para proponerlo como un avance y un progreso, recogiendo firmas y planteándolo formalmente a través de tus representantes? No vale sólo quejarse y lamentarse: también hay que moverse y actuar.
2 comentarios:
No debería ser un sueño, debería ser una realidad el poder contar con una Universidad libre. Algo tan simple como poder estar con el profesor que quieres estudiando lo que realmente te interesa, no sólo matricularte de lo que alguien cree que te puede servir en el futuro, para ver, en un período de tiempo, que es algo realmente inútil. Pero para muchos es más cómodo quedarse en casa quejándose de que no va a aprobar nunca con el profesor con el que le ha tocado matricularse.
Un saludo!
Buenas Pedro,
Cuanta razón atesoran tus palabras. La universadad se ha convertido en un mero paso hacia el trabajo, donde el conocimiento se deja caer en el pozo del olvido y parece que sólo las notas tienen relevancia.
Por desgracia no se atisba un cambio cercano en la arcaica educación que nos asola; todo avanza y se desarrolla, menos la educación. Las carreras son troncos sin ramas por las que podríamos movernos con libertad de ampliar nuestros conocimientos. Aunque también he de decir que la culpa es compartida por todos; alumnos conformistas, profesores anclados en el pasado e instituciones que quieren convertir la educación en política. Tres factores de difícil unión.
Un saludo y muchas gracias por tu blog,
Jorge
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