¡Que Bolonia nos salve! Nuestro sistema universitario es una ruina. Tiene todo lo malo de lo viejo, sin ninguna ventaja de lo nuevo. Para mayor desastre, nos negamos a abrirnos al progreso y a avanzar. ¿Qué notas definen el modelo actual vigente, en la mayoría de los casos? Sin temor a exagerar, yo lo calificaría así:
- Anquilosado y achacoso,
- Funcionarial y esclerótico,
- Clientelar y amiguista,
- Piramidal y estamental,
- Feudal y servil,
- Encajonado y ajeno a la realidad viva demandada.
Esto se parece más a los tres estados del antiguo régimen, a las castas de la India, a `Ndrangheta (la mafia calabresa)... que al nuevo modelo moderno: ágil, productivo, investigador, competente, despolitizado, eficaz y autofinanciado.
Los funcionarios de la universidasd, catedráticos y titulares, son los que primero eligen la docencia, quedándose muchas veces con las asignaturas más simples y con menos alumnos matriculados. Hay incluso algunos que parecen disfrutar cultivando la peor mala fama, con el fin de que todos los alumnos huyan de matricularse en sus grupos. Total, van a cobrar igual...
Y, lo que es peor, no hay crítica posible, ni atisbos de arreglo. Cada año se renuevan (o se despiden) los contratos de los profesores asociados, de los ayudantes o colaboradores, ya que no son funcionarios, ni por tanto dueños del puesto. Estos futuros profesores numerarios están sumisos bajo la bota del funcionario, temblando constantemente a la sombra de la espada de Damocles del despido, que cuelga sobre sus cabezas. ¿Qué pueden hacer? Nada más que fastidiarse. Aguantar todo y tragar lo que les echen, como única forma de no ver peligrar sus inestables puestos de trabajo. Jamás osarán discrepar de la situación, por muy aberrante que ésta sea.
Según el profesor Sosa Wagner, escritor y catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de León, es denigrante la baja calidad de nuestro modelo universitario:
- Las clases, casi siempre magistrales y dictando apuntes, distan mucho de ser eficaces;
- las publicaciones –si es que acaso las hay–, tratan sobre temas más que superados;
- la atención al alumno, es prácticamente inexistente;
- el rendimiento profesional y los avances logrados, son cuestiones impensables.
«Las clases son rutinarias y se imparten saberes elementales. Los mejores profesores escriben y publican -cosas originales o refritos, este ya es otro cantar-. Otros muchos se dedican a la aburridísima gestión universitaria. Pocos, muy pocos, trabajan directamente con el alumno».
«Mi idea es que el profesor está mal pagado, un catedrático de reciente ingreso no suele llegar a los tres mil euros al mes. En Alemania se gana, en términos generales y aunque hay diferencias, prácticamente el doble. Ahora bien, sin que en Alemania sean tampoco agobiantes las obligaciones, allí se trabaja más. Aquí se cobra poco a cambio de trabajar también poco».
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