¿Quién paga esos gastos inmensos, de los destrozos vandálicos universitarios? Tu bolsillo y el mío. Basta darse un paseo por la Universidad Complutense, por ejemplo, para contemplar atónitos el estado desastroso de gran parte de sus instalaciones. ¿Eso ése el entorno en que se forma a nuestra intelectualidad?
Cuartos de baño destartalados, en peor estado que las cárceles de Guantánamo, aulas y pasillos pintarrajeados, mobiliario medio roto arrinconado, paredes y puertas llenas de papeles y con colgajos casi arrancados… ¿Es así como enseñan a vivir y a comportarse a los jóvenes, nuestros estudios superiores? ¿Como gente irresponsable sin principios ni cultura, como vándalos sin más cerebro que el volcado en sus grafitis…? Ese es el gusto que todos los alumnos perciben, practicado por quienes se entretienen impunemente destrozando los bienes públicos comunes.
No es sólo culpa de los cafres que lo destrozan. En algo, siquiera un poco, podrían también ayudar sus padres, si es que lo son. Aunque también sin duda la mayor parte de la responsabilidad cae sobre la absoluta negligencia de las autoridades universitarias, indiferentes e impasibles, que sin protesta alguna lo permiten. Si a cada destrozo cometido, se cerrara de inmediato esa dependencia bajo llave hasta su reparación, indicando que está clausurada y fuera de funcionamiento hasta que se arregle, las cosas cambiarían bastante. Todos verían y comprobarían la monserga de no poder usar los servicios, al estar cada dos por tres cerrados por reparación, y tal vez le dijeran algo al “graciosillo” que los ensucia.
Así es como estamos. Quien lo ha visto lo sabe. Es un canto constante al desinterés y al despilfarro. ¿Por qué no sucede eso mismo, sin embargo, en los gabinetes del Decanato ni del Rectorado? Pues porque allí sí que hay alguien interesado, que le importa tener su despacho bien reluciente. Las reparaciones en eso sitios, son instantáneas. ¿Por qué no se aplica el mismo criterio a todo el campus universitario?
En gran parte de los centros educativos de España, un porcentaje enorme del presupuesto anual se pierde por las reparaciones que se repiten año tras año. Millones de euros del erario público son dedicados a reponer chapados, a pintar paredes, a cambiar puertas, enchufes, lámparas, sanitarios, barandillas, cristales... a decapar sillas y mesas pintarrajeadas, acuchilladas y rotas a puntapiés.
Si las cifras del gasto se conociesen, rodarían cabezas. Esto sí que es lo básico y fundamental, lo que más falta hace en la educación, lo que más eleva y engrandece: enseñar a comportarse siempre y en todo -¡más aún en la universidad!-, como personas civilizadas.
Para empezar, aquí tenemos un concepto nefasto de lo público. No sólo los alumnos, sino hasta en lo más alto. Por la boca muere el pez. Palabras textuales de Carmen Calvo, ministra de Cultura: “Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie”. Toma del frasco.
Siguiendo a la ministra, se suele creer que lo público no es de nadie, y que, por lo tanto, cualquiera puede destrozarlo, sin ningún problema ni temor. Sin embargo, señora ministra, lo público es precisamente lo común: es tan mío como de todos. Si no ser respeta, se ofende y se ataca a todo el mundo. Lo que nos hace personas, es nuestra capacidad de dialogar y de relacionarnos con los demás, de convivir con nuestros semejantes... no de actuar a golpe de violencia, como animales irracionales.
“Universidad Complutense de Madrid: Antifascistas provocan destrozos”
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“Universidad de la Rioja: destrozando todo lo que encontraron a su paso”
“Irrumpen en la celebración del claustro y causan destrozos en el mobiliario”
2 comentarios:
Pero lo peor no está en que se destroce el mobiliario universitario, sino, como tú dices, en que sus autores queden impunes y sean tratados como héroes en ciertos medios y en ciertas esferas sociales.
Jóvenes anti-sistema.
Jóvenes anti-fascistas.
¿Casualidad? Preguntad a Público. Es la forma que tiene una parte nada representativa de la juventud actual de protestar y de querellarse contra las injusticias. Destrozando lo que ellos mismos pagan, renunciando a la coherencia.
Pero así pasa, que llevamos 30 años de democracia y parece que Franco murió ayer.
En fin...
Ahora resulta que los baños, las mesas y muchas dependencias de la universidad las destrozan los antifascistas siempre. Desde que ando por la complutense no he visto baños presentables. Ni siquiera tienen un simple fluorescente que dé un poco de luz.
Cierto es que los destrozos en manifestaciones, en protestas y demás no deberían ocurrir. Es algo que ni siquiera ayuda a la plataforma, asociación o colectivo que convoca, pero no creo que se trate de criminalizar a los movimientos antifascistas ni a los movimientos de izquierdas.
Si se supieran los gastos que ocasionan sería escandaloso. Más gastos ocasiona la monarquía y nadie se escandaliza. Hablemos de democracia en España.
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