Sin pretender para nada proponerme como modelo, confieso que el artículo de ayer me ha traído recuerdos felices a la memoria. Me evoca una escena que me quedó muy gravada. Sucedió cuando comencé a dar clases, allá por los años ochenta, en Bilbao. Antes de comenzar a ejercer de profesor, recibí el más valioso tesoro pedagógico, de boca de un viejo profesor al que admiro.
Don José Luis Mota, cargado de sabiduría y de experiencia, me reveló un consejo básico triple, sobre el modo de tratar un profesor a sus alumnos:
“Quiéreles, con toda tu alma.
Exígeles, con toda tu fuerza.
Y no te importe que te quieran”.
Esto último, buscaba prevenirme contra apegamientos cariñiles y blandenguerías facilonas, que so capa de atención y cuidado, en realidad sólo desautorizan y entorpecen la tarea educativa.
Lo fundamental y lo primero para educar, tanto para profesores de enseñanza, como para entrenadores deportivos o para padres de familia, está en combinar proporcionalmente el cariño obligado, junto con la debida exigencia. Ni educar a trompazos, ni maleducar con caprichos.
En el fondo no es más que la aplicación de aquel clásico “Pon amor donde no hay amor, y sacarás amor”, de San Juan de la Cruz. Puedes exigir, sí, es más, debes hacerlo: pero sólo tanto en cuanto demuestres tu interés por el educando, y sólo según la misma medida como tú te das a él.
Profesor: entrégate del todo a tus alumnos, y verás alumbrar tesoros. Te lo aseguro.
1 comentario:
Ojalá todos los profesores entendieran estas máximas. No digo que todos sean graciosos o simpáticos, pero sí que respetaran al alumno de una forma que se asemeja al "querer". Todo es más facil con amor, y no hablo del amor como lo vemos siempre, claro está. Sino de ese amor que engloba Respeto, Amabilidad, Paciencia y Entrega.
"Pon amor donde no hay amor, y sacarás amor"... me gusta.
Un saludo.Romina
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