¿Para qué vivimos? ¿Para qué estudiamos? ¿Es lo primero ser feliz? ¿Qué hacemos entonces aburridos en las clases? ¿Va antes el deber que el placer? ¿No es esto contradictorio? ¿Es que actuamos en contra de lo que pensamos? ¿Dónde está entonces la lógica? Éste es el gran dilema. Sufrir ahora, para gozar luego; o mejor disfrutar hoy mismo, que es cuando podemos. Carlos Marzal comenta a los estudiantes su opinión en Campus.
"A mis alumnos solía decirles en clase que no me cabía la menor duda de que a ellos y a mí se nos ocurrirían mejores sitios en donde estar para divertirnos. El entretenimiento y el placer son la sorpresa de la educación, pero no su apriorismo anterior: es el cofre del tesoro, con el que termina dando, sólo quien sigue el mapa y cava con esfuerzo. Más aún: el mismo esfuerzo termina por ser la verdadera fuente de placer y entretenimiento, para quien da con el secreto de la enseñanza y lo encuentra".
"Lo mejor, casi nunca es fácil, casi nunca es sencillo, casi nunca es inmediato. Nace del goce que se deriva del tropiezo de nuestras fuerzas, con las fuerzas que se resisten a nuestro empuje. Sin oposición, sin mérito, sin sudoración, no hay ningún placer maduro, ningún placer intelectual que merezca la pena".
"De ahí que profese una fe inquebrantable en la exigencia, en el deber. Contra el tópico de que nadie debe leer un libro por obligación, creo en la obligación de leer libros: gracias a ella leemos lo que tal vez nunca leeríamos por cuenta propia. En la exigencia late también la revelación de la alegría, un concepto mucho más ajustado a la verdad en materia de enseñanza. Contra el deber del placer -ese absurdo-, defiendo el perseguir el placer del deber".
1 comentario:
Cantando la cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno.
Los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Vióse desproveída
del precioso sustento,
sin moscas, sin gusanos,
sin trigo y sin centeno.
Habitaba la hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
le dijo: "Doña Hormiga,
pues que en vuestros graneros
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste cigarra
que, alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme,
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo."
La codiciosa hormiga
respondió con denuedo.
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
"¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana:
¿Que has hecho en el buen tiempo?"
"Yo —dijo la cigarra—.
A todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento.
¡Hola! ¿Con que cantabas
cuando yo andaba al remo?
¡Pues ahora que yo como,
baila, pese a tu cuerpo!
Samaniego
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