Llevados en 1930 piedra a piedra desde Europa, sus cinco claustros románicos (Saint Michel de Cuxa, Saint Guilhem le Desert, Trie en Bigorre, Froville y Bonnefont), decorados con trapecios flamencos, contando con manuscritos miniados, junto con elementos de la capilla segoviana de Fuentidueña.
Para colmo de detalles, la vegetación que contiene el claustro es la misma que históricamente documentada cultivaron hace siglos los monjes. Hiervas aromáticas y medicinales, frutales y decorativas, iguales a las que fueron cuidadas entonces por los frailes medievales, dan al conjunto un sabor inmejorable.






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