Circulando entre los montes Pocono, de los Apalaches, el río Delaware marca la frontera entre los estados de Nueva Jersey y Pennsylvania, con sus 600 kilómetros. Es una corriente bastante poderosa, un río muy caudaloso: desemboca en el Atlántico más de 300 metros cúbicos por segundo.
Quizá su mayor fama le venga del famoso ‘Paso del Delaware’, famosa pintura muy conocida. En la guerra de la Revolución Americana, la noche de navidad del año 1776, Jorge Washington cruzó improvisadamente con su ejército en barcazas el cauce del río, logrando así atacar victoriosamente a las tropas inglesas y conquistar Trenton.
El sitio más bonito de ese río es donde he estado hoy. Se llama ‘Delaware Water Gap’. Es un corte entre las montañas, con unas vistas impresionantes. He visto tortugas, peces saltando del agua del tamaño de una merluza, bandadas nadando de patos grandes con un cuello negro largo precioso, tan sólo una canoa remando, viejos puentes muy altos y sin tráfico, bosques que cerraban las orillas por los dos lados… una delicia.
Me he pegado cuatro horas chapoteando por el cañón como un señor. Iba montado en mi gran neumático de rueda de camión, chulísimo y la mar de feliz (aquí nadie se asombra de nada), llevando conmigo una nevera portátil atada a un costado, bien llena de cervezas. Creo que más no se puede pedir. Me he quedado nuevo del todo. Es el nuevo rafting obrero, para gente con pocos recursos.
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