Hace tan sólo unas horas, desembarqué por fin en Boston, Massachusetts. ¡Se cumplió mi sueño americano! -Tiembla, USA, que te ha descubierto Colón de nuevo.
Por cierto, no he visto todavía ni a un solo indio: ni con plumas, ni sin plumas. Sin embargo, chinos y negros, hay a montones. Se ve que la geografía humana que estudiamos en Primaria, como todo, debe ser un auténtico pufo.
Antes de nada, he de confirmar que Iberia siempre es genial: ¡nunca defrauda! Es pura sangre hispana, 100% fiel a nuestros ‘valores’. Despegamos 40 minutos tarde (una hora menos en Canarias). Se disculpó el piloto, achacándolo a retrasos por la limpieza del avión. ¡Ole la casta!
De ahí vino luego todo el follón. Llegamos tarde al aeropuerto londinense de Heathrow para hacer el trasbordo. Estuvimos un cuarto de hora sobrevolando Londres, a lo tonto. ¿Por qué? Porque no nos quedaba ya pista libre, debido al retraso.
Yo me acordaba del chiste del avión que va a aterrizar, y llama el piloto al aeropuerto: “Atención, atención, torre de control: Déme una pista”. Y el controlador aéreo de la Torre, que era de Lepe, le responde: “Amarillo por fuera, plátano es”. Se ve que el nuestro, debía ser también de Lepe. Cuando por fin aterrizamos, estuvimos 40 minutos allí parados, esperando la escalerilla, que tampoco estaba libre. Otro más de Lepe.
Después vino un infierno de colas:
- primero esperando al autobús,
- luego en la cola de la Terminal,
- después el control de seguridad,
- luego para hacer el embarque
- y para sacarnos el billete…
A lo largo de las idas y vueltas, varios pasajeros fueron perdiendo la conexión con sus siguientes vuelos, por cierres de embarque: quedaron condenados a dormir en Londres, y a seguir probando suerte con Iberia otro día. Menos mal que los british no entienden los tacos…
También es un auténtico robo, el precio de la comida horrorosa que sirven en Londres: ¡sólo por cuatro yerbas mal cocidas! No dan siquiera ni una maldita hamburguesa. Así van luego por la vida, con esa cara flemática tan tiesa que ponen.
Por fin, nos subimos al avión. ¿Despegamos? ¡Qué va…! Hora y pico parados en la pista, ya embarcados, por problemas electrónicos. Acabé por hacerme amigo a muerte de Ryan, el pasajero contiguo mío, estudiante de cuarto año de empresariales en Boston. Un tipo genial, todo un crack, majísimo: un americano auténtico. Le di lecciones de español y quedamos para seguir más hoy por la tarde.
Del aeropuerto se coge un autobús hasta el metro. La máquina automática de billetes, te da a elegir el idioma, entre inglés y castellano: todo un detalle. Luego, al metro: Silver Line, para coger después la Red Line, ya que las líneas de metro van aquí por colorines. Así, hasta la parada de Harvard Square. Al menos, tengo casa en el mejor sitio.
No sé cómo se lo pasaría Cristóbal Colón viajando en las carabelas, pero seguro que no se chupó ni la mitad de las bromitas que yo me he tenido que tragar. Clave para un Spot publicitario: “Con Iberia, NO habría llegado”. Mañana sigo contándote mis heroicas ‘fazañas’, si Dios quiere.
See you!
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